El primer domingo del tiempo de Navidad de este año, celebramos con alegría la fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José. El Evangelio de hoy nos presenta la historia de nuestro Señor perdido y encontrado en el templo de Jerusalén. En esta historia se nos recuerda la importancia de ser una verdadera familia cristiana, teniendo nuestro fundamento en Cristo y sus enseñanzas. Cuando consideramos la importancia del templo para el pueblo de Judea, nos llaman la atención dos aspectos importantes. En primer lugar, aquellos que querían dedicarse a aprender acerca de Dios y su ley, iban al templo en Jerusalén para aprender de los mejores maestros de la Ley. El templo era la casa del conocimiento de las cosas divinas. En el Evangelio, vemos la Sabiduría Encarnada de Dios entrar en el templo para enseñar a los mejores eruditos sobre las cosas de Dios. En segundo lugar, el templo era el lugar del sacrificio. Vemos a lo largo de las Escrituras que el templo es el centro de la espiritualidad en la cultura judía. La gente iba a Jerusalén en fiestas específicas para ofrecer oraciones y sacrificios en el templo. Vemos esto en el Evangelio de hoy. La Sagrada Familia sube a Jerusalén para celebrar la Pascua y con ellos va el Cordero de Dios. El Evangelio explica cómo el templo recibe, sin saberlo, la perfección de todo aquello para lo que fue hecho, en un solo acontecimiento. El Evangelio también nos ofrece la oportunidad de ver cómo podemos aplicar esto a nuestra vida familiar.
El cuarto mandamiento dice: “Honrarás a tu padre y a tu madre”. Este mandamiento también se diferencia del resto porque viene con una promesa: "para que tengas una larga vida en la tierra que el Señor tu Dios te da". El Cuarto Mandamiento resalta la comprensión natural y cristiana de la familia y las responsabilidades de todos los miembros de la familia. Es obligación de los hijos honrar y obedecer a sus padres en todas las cosas buenas. Pero también vemos la importancia de los padres para educar a sus hijos. Vemos esta importante relación especialmente cuando los niños pequeños están creciendo y necesitan ser guiados con más frecuencia. Por ejemplo, un niño normalmente obedecerá a su padre cuando éste le "enseña" que tocar una estufa caliente le dolerá. Pero esto se aplica aún más a la educación de la fe y de la moral. Los padres tienen una obligación especial, debido a su vocación de padres, de enseñar a sus hijos las cosas de Dios. Vemos en la primera lectura que Ana, después de haber recibido un hijo por el que había orado, decide dejarlo con el sumo sacerdote para aprender las cosas de Dios. Ella decide cumplir con su obligación de educar a Samuel en las cosas de Dios delegando esta importante tarea al sumo sacerdote. En nuestro mundo moderno, parece casi imposible hacer esto, por lo que esta obligación puede ser incluso onerosa para los padres cuando ellos mismos no están educados en la fe. Podemos decir que no podemos dar lo que no tenemos. Pero ¿cómo podemos aprender la fe y crecer en el conocimiento de Dios para poder educar a nuestros hijos? St. Pablo nos da un punto de partida cuando dice: “La palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros con toda sabiduría, cantando con gratitud en vuestros corazones a Dios con salmos, himnos y cánticos espirituales”. Comenzamos primero escuchando la palabra de Cristo. Venir a misa todos los domingos y escuchar las lecturas y la homilía es una excelente manera de comenzar. Quizás podamos comenzar a estudiar las Escrituras o escuchar reflexiones diarias. Pero no termina ahí. St. Pablo nos exhorta a dejar que el la palabra de Cristo habita en abundancia en nosotros. No debemos sólo escuchar la palabra de Cristo, sino ponerla en práctica. La manera en que vivimos el Evangelio es la mejor manera en que podemos educar a nuestros hijos. La familia es la iglesia doméstica; es el lugar donde comienza la formación de la fe. La familia también debe ser el centro de la espiritualidad. No es sólo el lugar de educación de los niños en la fe, sino también de oración y espiritualidad. Los primeros tres mandamientos nos dicen cómo debemos estar en relación con Dios, es decir: no tener otros dioses en nuestras vidas, no tomar Su Santo Nombre en vano y santificar el día del Señor. El centro de estos tres mandamientos es la oración y mantener una relación con Dios a través de la oración. La Madre Teresa de Calcuta dijo una vez que la familia que reza unida permanece unida. ¿Estamos orando en familia? ¿Cómo estamos orando en familia? Como dije antes la mejor manera de orar es en la Santa Misa. Es una gran alegría ver cuando las familias jóvenes hacen de la Misa su prioridad, incluso cuando es muy difícil llevar a sus hijos pequeños a Misa. Mantener las enseñanzas de Cristo en el centro de la familia es la mejor manera de imitar a la Sagrada Familia. Educar a nuestros hijos en la fe y orar en familia es el camino para que podamos ser verdaderos templos de Dios en el mundo.
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