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9 de febrero, Llamados a la escuela de oración en la liturgia

Llamados a la escuela de oración en la liturgia

Quinto Domingo del Tiempo Ordinario C

9 de febrero, 2025


El Catecismo de la Iglesia Católica destaca que Dios siempre toma la iniciativa en la vida de oración del cristiano. Ya hemos explicado cómo la oración es un acto interior de la virtud de la religión que sigue a la devoción. Mientras que la devoción cristiana es una disposición de la voluntad a dar a Dios el debido culto por amor de caridad, la oración es una elevación de la mente a Dios, pidiendo las cosas que necesitamos para nuestra salvación. 

La oración petitoria glorifica a Dios porque manifiesta simultáneamente Su Bondad y Majestad y la pobreza del alma orante. Por supuesto, lo que llamamos oración mental o meditación tiene un papel importante en la vida de oración cristiana. La meditación u oración contemplativa precede y alimenta la devoción y, en consecuencia, la oración en sentido propio, es decir, la oración petitoria. 

La contemplación y la meditación presuponen la revelación de Dios y, por tanto, la iniciativa de Dios. Como nos recuerda santa Teresa de Ávila, la oración contemplativa, mental o meditativa es un acto de las virtudes teologales. Dios se ha revelado como Padre y Amigo que quiere tener con nosotros una conversación familiar (conversación familiar). Santo Tomás de Aquino describe la virtud teologal de la caridad como esa maravillosa conversación. 

Tener una conversación familiar requiere que uno se convierta en familia. El bautismo nos introduce en la familia de Dios. Estamos sellados espiritualmente por un carácter que nos capacita para ser hijos de Dios y recibir la gracia santificante, que es una participación en la vida divina. En otras palabras, somos adoptados por Dios como hijos e hijas. 

Dios siempre inicia esta conversación sobrenatural pero familiar. De lo contrario, nos sería simplemente imposible dirigirnos a Dios en términos familiares. Por tanto, hay una prioridad de la Palabra de Dios, que recibimos por la virtud teologal de la fe. Sería imposible tener esperanza y caridad sin fe. Conocemos primero a Dios y los misterios de la salvación que Él nos ofrece por un amor inefable. Sólo entonces podremos responder poniendo nuestra esperanza en Dios y amándolo sobre todas las cosas. 

Toda la vida cristiana es una respuesta al amor de Dios. Considerando las maravillosas proporciones de este llamado a convertirnos en miembros de la familia de Dios y tener una conversación íntima con Él, resulta más fácil entender por qué no sabemos cómo orar. Esta ignorancia se aplica tanto a la oración contemplativa como a la petición. Por eso, como Dios quiere enseñarnos a orar, la liturgia es la herramienta privilegiada. 

Podrías preguntarte por qué no sabemos orar. La afirmación puede sonar extraña si estamos demasiado acostumbrados a pensar que tenemos acceso abierto al diálogo con nuestro Padre. Sin embargo, una consideración cuidadosa y tal vez algunos ejemplos nos mostrarán cómo el pensamiento habitual es que no tenemos idea de cómo comportarnos o qué decir en nuestra conversación con Dios. 

A menudo he experimentado lo nerviosos y perdidos que podemos estar cuando nos invitan a asistir a reuniones con personas con autoridad. De repente, nos preocupamos mucho por el protocolo y la etiqueta. Incluso podríamos imaginar cómo esa sensación de no tener ni idea aumentaría si nos invitaran a una cena y una conversación íntima con una familia real medieval. 

La comparación es ridícula. Las autoridades humanas del pasado, presente y futuro son personas con la misma dignidad fundamental que son honradas o reconocidas de manera especial porque sirven a la sociedad. Cuando hablamos de Dios, la distancia entre Él y nosotros es simplemente infinita en todos los niveles. Dios es infinitamente bueno, sabio, honorable, etc. ¿Cómo puedo hablar con Aquel que es sabiduría infinita? ¿Cómo debo comportarme en la presencia real del trascendente Rey del Universo que merece nada menos que adoración? 

En conclusión, estamos llamados a una conversación familiar con Dios y necesitamos aprender a vivirla en nuestra vida de oración. El Papa Benedicto XVI nos enseña que la liturgia es una escuela privilegiada donde aprender. La Palabra de Dios y la oración de la Iglesia moldean el corazón cristiano en la liturgia, como explicaremos en las siguientes meditaciones.

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