El espíritu santo y el cuerpo eucarístico de cristo
Fiesta de la Presentación del Señor C
2 de febrero, 2025
Los últimos tres domingos nos hemos concentrado en la profunda conexión entre el Espíritu Santo y la Iglesia. Explicamos cómo la Iglesia procede de Dios a modo de amor reflejando la divina procesión de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Además, el Espíritu Santo está estrechamente relacionado con el Cuerpo de Cristo como Templo de la Nueva Alianza, en el que ha sucedido y sucede el elemento más profundo de la liturgia cristiana. Además, sabemos que el Cuerpo de Cristo se refiere al cuerpo físico del Señor Encarnado y a Su Cuerpo místico, la Iglesia.
Hoy debemos meditar en otro sentido del Cuerpo de Cristo y su conexión con el Espíritu Santo. El Dador de Vida está profundamente conectado con el Cuerpo eucarístico del Señor. Hay que decir que la Tercera Persona de la Santísima Trinidad tiene una conexión especial con todos los sacramentos y la liturgia de la Iglesia. Podríamos decir que el Dador de vida es la causa eficiente de la liturgia. El Catecismo afirma:
“Sentado a la diestra del Padre” y derramando el Espíritu Santo sobre su Cuerpo que es la Iglesia, Cristo actúa ahora a través de los sacramentos que instituyó para comunicar su gracia. Los sacramentos son signos perceptibles (palabras y acciones) accesibles a nuestra naturaleza humana. Por la acción de Cristo y el poder del Espíritu Santo, hacen presente la gracia que significan eficazmente. (CCC 1084)
La obra de Cristo en la liturgia es sacramental: porque allí se hace presente su misterio de salvación por la fuerza de su Espíritu Santo; porque su Cuerpo, que es la Iglesia, es como un sacramento (signo e instrumento) en el que el Espíritu Santo imparte el misterio de la salvación; y porque a través de sus acciones litúrgicas la Iglesia peregrina participa ya, como por un anticipo, de la liturgia celestial. (CCC 1111)
Considerando la liturgia cristiana a la luz de la Santísima Trinidad, las procesiones y misiones del Hijo y del Espíritu, y sus efectos en la vida y las acciones de la Iglesia, podemos así elaborar una profunda consideración teológica de la liturgia.
El conocimiento humano profundiza científicamente la realidad cuando puede explicarla a través de sus causas con certeza. La idea de causas es más amplia de lo que estamos acostumbrados a pensar en los tiempos modernos. Comprender la realidad no consiste sólo en responder a la pregunta sobre quién es el autor de algo, sino también sobre qué es algo, de qué está hecho y con qué propósito está hecho. Tradicionalmente, resumimos estas preguntas hablando de lo formal (qué), material (de qué está hecho algo, el tema o la materia de algo), eficiente (quién y por qué medios instrumentales) y causas (propósito u objetivo) finales.
Aplicando estas distinciones, decimos que la causa formal de la liturgia cristiana es el ejercicio real del sacerdocio de Cristo por los miembros de Su Cuerpo Místico. Su causa material es el conjunto de todas las celebraciones litúrgicas. La causa final es la glorificación de Dios y la santificación de las almas. La causa eficiente es el poder divino, la virtud o la eficacia del Espíritu Santo. Como dijimos antes, el poder divino es el poder de la Santísima Trinidad. Sin embargo, dar vida a la Iglesia es propio del Espíritu Santo, como explicamos antes.
Esta hermosa doctrina está en el Rito de la Eucaristía en el epíclesis oración. Invoca al Espíritu Santo para que transforme el pan y el vino en el Cuerpo Eucarístico de Cristo. Por ejemplo, la segunda oración eucarística dice antes de las palabras de consagración: “Tú eres verdaderamente santo, oh Señor, fuente de toda santidad. Santificad, pues, estos dones, os rogamos, enviando tu Espíritu sobre ellos como el rocío, para que lleguen a ser para nosotros el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo”.
Además, volvemos a invocar al Espíritu Santo para pedir el fruto de la Eucaristía, que es nada menos que la unidad de la Iglesia: “Oramos humildemente para que, participando del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, seamos reunidos en uno por el Espíritu Santo.” Por tanto, el Espíritu Santo está profundamente conectado con el cuerpo físico, místico y eucarístico de Cristo.
Finalmente, las gracias recibidas hacen de los miembros del Cuerpo de Cristo templos vivos del Espíritu Santo, permitiéndoles participar verdaderamente por Cristo, con Cristo y en Cristo, de la glorificación del Padre por parte de Nuestro Señor. Somos hechos uno con Cristo y, por lo tanto, templos vivientes de Dios donde puede tener lugar la adoración en espíritu y en verdad.
Demos gracias al Espíritu Santo por su maravillosa obra en la Iglesia y en nuestras almas y pidámosle la gracia de ser fieles a las gracias que recibimos de Él para que podamos ser hijos adoptivos del Padre en Cristo que lo honran y glorifican. con entusiasmo.
Comentários